Monday, January 28, 2013

El propósito de Dios y la llamada Predestinación 3



 
REDENCIÓN MEDIANTE JESUCRISTO
Por el Hermano Luis M Ortiz.
          

Amados, y ninguno de estos hombres mencionados anteriormente, ni Job, ni David, ni Isaías, ni Jeremías, ni Juan el Bautista, ni Pablo, ni a ningún otro hombre en la Biblia predestinó Dios para ser salvo, o para ser perdido. Es que Dios conoce, anticipadamente desde la concepción y el embrión, cómo es que va a responder cada persona a su Eterno Propósito de Redención mediante su Hijo Jesucristo.

Y este conocimiento previo o anticipado de Dios es llamado en la Biblia, “la presciencia de Dios”, 1 Pedro 1:2; Hechos 2:23. El apóstol Pedro escribe: “Elegidos según la presciencia de Dios”. Es decir, que Dios elige, escoge, llama, a aquellos que Él sabe de antemano, o por anticipado, que van a responder positivamente a su elección o llamado. Y el propio apóstol Pedro, en el día de Pentecostés (Hechos 2:22-23), responsabilizando a los judíos de haber matado a Cristo, les señale que Dios sabía anticipadamente cual sería la actitud de ellos y les dice: “Varones israelitas, oíd, estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios... como vosotros mismos sabéis; a éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole”.

Volvemos a Romanos 8:29, notemos la divina secuencia en este asunto: “Porque a los que antes conoció”. Ahí está su Presciencia, su Conocimiento anticipado; y por este conocimiento anticipado Él sabe quién va a responder positivamente a su llamado, y quién va a rechazar su llamado, pues Dios no escoge, elige o predestina a nadie para ser salvo o para ser perdido. Esta decisión tiene que tomarla el individuo mismo. En 1 Timoteo 2:4, claramente dice que Dios “quiere que todos los hombres sean salvos”, pero no todos los hombres quieren ser salvos. En 2 Pedro 3:9, dice que el Señor “es paciente... no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento”; pero no todos quieren arrepentirse. Y en Apocalipsis 22:17, el Espíritu Santo y la Iglesia dicen: “El que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente”; pero no todos vienen, y no todos quieren. A los tales, con amor el Señor, les dice: “Y no queréis venir a mí para que tengáis vida”, Juan 5:40. Pero con justicia, también les dice: “Si no quisiereis y fuereis rebeldes, seréis consumidos”, Isaías 1:20.

Toda la raza humana, todos los hombres, todas las mujeres son invitados para venir a ser elegidos o escogidos de Dios; y pueden serlo si ellos escogen, eligen y se deciden por Dios.

Aún en el Antiguo Testamento, además de muchos otros versículos similares, Dios invita, y dice: “Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más”, Isaías 45:22. Y por medio del propio profeta Isaías, Dios reitera: “Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana”, Isaías 1:18.

Y en los cuatro Evangelios, y en todo el Nuevo Testamento son muchas las invitaciones del Señor para todos en general. La primera invitación del Señor está en el primer libro del Nuevo Testamento, San Mateo 11:28, con mucho amor Él dice: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”. Y la última invitación del Señor, igualmente con amor para todos, se encuentra en el último libro del Nuevo Testamento, y de la Biblia, o sea Apocalipsis, y dice: “El que tiene sed venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente”, Apocalipsis 22:17. Pero, como ya hemos señalado, para los que rechazan su amor, el Señor, con mucha firmeza y justicia, les dice: “Si no quisiereis y fuereis rebeldes, seréis consumidos”, (Isaías 1:20); y a “los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte será en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda”, Apocalipsis 21:8.

Así que, está bien claro en las Sagradas Escrituras, que no es que Dios predestina a unos para ser salvos, y a otros para ser perdidos, sino que unos y otros hacen su propia elección y toman su propia decisión, y cada quien cosecha los frutos de su propia elección y decisión: el que cree y acepta a Jesucristo es salvo; el que no cree y rechaza a Jesucristo es perdido, en ambos casos eternamente.

Pero sigamos en estos versículos del capítulo ocho de la epístola del apóstol Pablo a los Romanos, que son los versículos en los cuales San Agustín, Calvino, y otros hoy día pretenden encontrar apoyo.

“Porque a los que antes conoció”. La palabra o verbo “conocer”, significa, entender y saber por el ejercicio de las facultades mentales e intelectuales y por experiencia la naturaleza, cualidades y relaciones de las personas y las cosas. Tener trato y comunicación con alguno. Entender y conocer un asunto o persona con facultad legitima para ello.

¡Y Dios, el creador, siempre ha reunido con excelencia y perfección, todas y muchas otras cualidades que le capacitan para conocer y saber a la perfección; que nada, ni nadie escapa a su conocimiento! Y por esta razón el Espíritu Santo inspiró al apóstol Pablo para escribir: “¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables (incomprensibles) son sus juicios, e inescrutables sus caminos! Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero? ¿O quién le dio a Él primero, para que le sea recompensado? Porque de Él, y por Él, y para Él, son todas las cosas. A Él sea la gloria por los siglos. Amén”, Romanos 11:33-36.

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