SECUENCIA DIVINA EN EL ETERNO PROPÓSITO
Por el Rev. Luis M. Ortiz
Veamos, pues, la secuencia divina en el Eterno Propósito de Dios en estos
versículos bíblicos ya mencionados.
Primero: Lo básico, fundamental y eterno es el Propósito de Dios. De no haber
habido un Propósito de parte de Dios, nada hubiese sido creado.
Segundo: Dios “escudriña los corazones... Y sabemos que a los que aman a
Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su
propósito (de Dios) son llamados”, Romanos 8:27.
Tercero: A éstos que son llamados, “a los que antes conoció...”
(Romanos 8:29); esto es, los conoció de antemano, por anticipado, y supo que
responderían a Su llamado, pues “Dios nos salvó y llamó con llamamiento
santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito (o el
intento) suyo (de Dios)...” (2 Timoteo 1:9).
Habiendo sido “elegidos según la presciencia de Dios Padre” (1
Pedro 1:2).
Cuarto: “A los que antes conoció (a los que conoció de antemano),
también los predestinó”, Romanos 8:29. En los cinco versículos
bíblicos en el Nuevo Testamento que se usa la palabra “predestinar” en ninguna
de ellas se usa aplicada a la salvación del alma, sino que la palabra
“predestinar” se usa aplicada a bendiciones y posteriores a la salvación del
alma.
Al hombre natural Dios no le predestina ni para salvación, ni para
perdición. Al hombre natural Dios le ha dado una voluntad propia, un libre
albedrío, para que tome sus propias decisiones.
Quien decide creer en Cristo, se arrepiente de sus pecados, y acepta a
Cristo como Salvador, es salvo, es hecho hijo de Dios, y como tal está
predestinado para mayores glorias, para “cosas que ojo no vio, ni oído
oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los
que le aman”, 1 Corintios 2:9.
Quien decide rechazar a Cristo, vive en pecado, muere en pecado, está
predestinado para el infierno y para el lago de fuego, pues el que no fue
hallado escrito en el libro de la vida (en el Cielo), fue lanzado “al
fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles”, Mateo 24:15;
25:41.
EL PROPÓSITO DE DIOS PREDESTINADO
Aunque Dios no predestina al individuo, ni para salvación ni para
perdición, empero, para Su eterno propósito, él empeñó su Palabra, y lo
predestinó para que con el transcurrir del tiempo fuera iniciado, desarrollado
y consumado.
Lo primero que Dios estructuró, ordenó y predestinó fue Su eterno
propósito. Este es un propósito creador para crear la raza humana; un propósito
redentor para redimir al hombre pecador; un propósito regenerador para
engendrar hijos; un propósito santificador para hacerlos santos; y un propósito
glorificador para glorificarlos semejantes a Cristo, por la eternidad.
En Lucas 22:22, se nos dice que Jesús fue entregado, “según lo que
está determinado” en el propósito de Dios.
En Hechos 2:23, se afirma que Cristo fue “entregado por el
determinado consejo (o propósito) y anticipado conocimiento de Dios”.
En Romanos 8:28, se declara que Dios llama “conforme a su propósito”.
En 2 Timoteo 1:9, se establece que Dios “nos salvó y llamó con
llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo”.
En 1 Corintios 2:7, se nos habla de la “sabiduría de Dios en
misterio, la sabiduría oculta”, “que hizo sobreabundar para con
nosotros en toda sabiduría e inteligencia, dándonos a conocer el misterio de su
voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo”,
esto es, Su propósito. Efesios 1:8-9.
Quiere decir, que Dios primeramente estructuró, ordenó y predestinó Su
eterno propósito para su ejecución en la tierra, y su consumación eterna en el
Cielo. Su propósito, sí fue pre-ordenado y predestinado.
Luego, dentro del propósito eterno de Dios, el Logos, el Verbo Eterno,
nuestro Señor Jesucristo se incluyó a sí mismo, y fue predestinado a Sus
padecimientos y a Su obra redentora. Veamos:
En Lucas 22:21-22, dice: “Mas he aquí, la mano del que me entrega
está conmigo en la mesa. A la verdad el Hijo del hombre va, según lo que está
determinado”, desde luego, en el propósito de Dios.
En Hechos 2:23, el apóstol Pedro en el día de Pentecostés dijo a la
multitud: “A éste (a Jesús), entregado por el
determinado consejo (el propósito de Dios) y anticipado
conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos,
crucificándole”.
En Hechos 4:24-28, Pedro y los hermanos reunidos, oraron diciendo: “Soberano
Señor, tú eres el Dios que hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que
en ellos hay; que... Porque verdaderamente se unieron en esta ciudad contra tu
santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y
el pueblo de Israel, para hacer cuanto tu mano y tu consejo (o
propósito) habían antes determinado que sucediera”.
En Efesios 3:10-11, el apóstol Pablo, escribe: “Para que la
multiforme sabiduría de Dios (o sea Cristo) sea ahora dada a
conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares
celestiales, conforme al propósito eterno que (Dios) hizo en
Cristo Jesús nuestro Señor”.
En 1 Pedro 1:18-20, leemos: “Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo”. Nuestro Señor Jesucristo con Su obra redentora se incluyó a sí mismo dentro del eterno propósito de Dios. Isaías 6:8, Salmo 40:7-8.
En cuanto al individuo, todos aquellos que rechazan a Cristo, su sacrificio y el derramamiento de Su preciosa sangre en la cruz del calvario, ellos mismos han tomado su propia decisión, y ellos mismos se condenan a sí mismos, “porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él. El que en Él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios”, Juan 3:17-18.
Todos estos versículos nos demuestran que la Salvación es un tesoro que Dios ha puesto en vasos de barro (nuestro cuerpo), pero que Dios también puede retirar el tesoro del vaso que se torna en vaso de deshonra y de pecado.
En 1 Pedro 1:18-20, leemos: “Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo”. Nuestro Señor Jesucristo con Su obra redentora se incluyó a sí mismo dentro del eterno propósito de Dios. Isaías 6:8, Salmo 40:7-8.
En cuanto al individuo, todos aquellos que rechazan a Cristo, su sacrificio y el derramamiento de Su preciosa sangre en la cruz del calvario, ellos mismos han tomado su propia decisión, y ellos mismos se condenan a sí mismos, “porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él. El que en Él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios”, Juan 3:17-18.
Todos estos versículos nos demuestran que la Salvación es un tesoro que Dios ha puesto en vasos de barro (nuestro cuerpo), pero que Dios también puede retirar el tesoro del vaso que se torna en vaso de deshonra y de pecado.
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